sábado, 26 de octubre de 2013

EL SANO CUERPO ENFERMO

La sociedad está diariamente sometida al inclemente bombardeo de la publicidad, llega casi que por los cinco sentidos, y la hay dirigida hacia casi todo lo que nos rodea, pero hace algún tiempo viene siendo especialmente enfocada a la enfermedad. Hoy por hoy existe una campaña sistemática liderada por grandes empresas farmacéuticas (tanto de medicina tradicional como alternativa) que hacen ver a todas las personas como enfermos de algo no muy bien definido pero que definitivamente necesita tratamiento, y urgente.
Bien lo relatan en "La extinción del niño sano": Ya no nacen niños sanos, ni los nuevos padres quieren creerlo así. La leche de fórmula deslactosada, antireflujo, hipoalergénica y con varios adjetivos más inunda el mercado y cada padre piensa que su hijo requiere de varias de estas para alimentarse. Ya no se admiten brotes o sarpullidos, o aumentos de la temperatura, mucho menos cólicos o molestias abdominales aunque sean leves. Para todos esos incovenientes ha aparecido una droga con su nombre y apellido. Lo que no ha aparecido es la motivación a consultar a un médico o pediatra, pues la “solución” está en la farmacia de la esquina.
A nosotros también nos ha faltado educar a esas nuevas familias, todas esas situaciones antes mencionadas y que son propias del desarrollo de lactantes e infantes no siempre necesitan medicación.

Los deberes y derechos de los pacientes han quedado reducidos a una exclamación vaga y desafortunada: “yo pago para que me atiendan!”. Hasta existe, en el imaginario colectivo, la premisa que si un médico no receta ningún medicamento es porque no es bueno o no sabe nada de medicina. Todos los casos de enfermedades correctamente diagnosticadas o condiciones bien identificadas cursan un período que va desde su aparición hasta su resolución y que los médicos denominamos Historia Natural de la Enfermedad, que no es más que la acumulación de toda la experiencia alrededor de una patología y que nos ha dado herramientas de juicio para elegir el tratamiento indicado dependiendo de la etapa en que se encuentre la historia natural de la enfermedad al momento de la consulta. Una misma patología puede tener distinto tratamiento en distintas personas y hasta en una misma persona dependiendo del momento en que consulte.

La gran industria farmacéutica se ha apoyado en investigaciones parcializadas, patrocinios y sobre todo en los medios de comunicación con la intención de vender curas o remedios para lo que es y no es enfermedad. Muchas asociaciones de medicina avalan (a veces de buena fe, a veces no) los resultados de los trabajos investigativos para recomendar tratamientos y marcar pautas mundiales, hasta direccionar protocolos de atención. Muy pocas asociaciones se preocupan por conocer TODOS los resultados de esos trabajos, los positivos y los negativos y así sacar sus propias conclusiones. La industria solo publica los positivos, los que le favorecen comercialmente, pues hasta el momento no hay una ley que obligue a informar todos los resultados estudiados y la comercialización queda en manos de la ética/moral de la industria (que sabemos que no existe).
En televisión se anuncian drogas “naturales” para males tan complejos y serios como la depresión; para los cólicos menstruales se ha vuelto casi que obligatoria una pastilla (un analgésico o antiespasmódico común y corriente pero disfrazado con el sufijo fem para darle connotaciones ginecológicas); de los analgésicos en general mejor no hablemos. Las revistas no se quedan atrás, publicitan cirugías “para bajar de peso” como si se tratara de una invitación a una fiesta de la farándula nacional, ni que decir de las cirugías plásticas, tratamientos dermatológicos o estéticos dentales. Y llegamos a internet. Ahí no hay límites ni asomo de prohibiciones, hasta se enlazan las pautas comerciales con las formas de pago con tarjeta de crédito. La oferta se confunde con la información sobre las enfermedades, cualquiera cree saber y entender una patología con sólo leer un resumen en una de las millones de páginas con información médica, cualquiera cree saber recetar incluso medicamentos experimentales. Todo esto ha llevado a la desviación de la verdadera relación médico-paciente, existe presión indebida, sobre todo contra los nuevos profesionales, para direccionar los tratamientos que se creen de vanguardia o son populares.
Hay una constante a medicalizar pacientes sanos so pena de sortear demandas. Ya los pacientes eligen que tipo de cirugías de urgencia  deben realizarse y los médicos estamos cayendo en ese juego, en esa trampa que no deja ganadores ni vencidos, solo el desvanecimiento de una interacción que debe ser franca y sin secretos.
Todos estamos a tiempo para cambiar. ¿Siempre seguiremos a tiempo?.