jueves, 5 de diciembre de 2013

LA EPIDEMIA DE LA ENFERMEDAD RENAL

Definimos como epidemia a la aparición de una enfermedad que afecta a un número de pacientes mayor al que se esperaría, en una población conocida durante un periodo de tiempo determinado.

Aunque no es una entidad infecciosa ni transmitida por vectores, la Insuficiencia Renal es una enfermedad epidémica seria y con una preocupante presentación cada vez más seguida en su forma Crónica, la cual, la mayoría de las veces, desemboca en Enfermedad Renal Terminal.

Entre las causas de la Enfermedad Renal Terminal, surgen como grandes factores la Hipertensión y la Diabetes (en calidad de enfermedades previas o predisponentes), enfermedades estas bastante comunes en nuestro medio.

La aparición de cada vez más enfermos renales terminales es altamente preocupante, por eso me atrevo a llamarla una epidemia. En nuestra ciudad, y lo digo por conocimiento de casos, la cantidad de pacientes a los que se les instaura una terapia de reemplazo renal es realmente preocupante. La mayoría de ellos con antecedentes de muy mal manejo de sus comorbilidades preexistentes.

Los programas de protección específica de las EPS son un fracaso, tanto en las empresas del régimen contributivo como en las del régimen subsidiado. Especialmente en las Empresas Sociales del Estado en Montería, dichos programas de atención para hipertensos y diabéticos limitan el tiempo de atención en las consultas de éstos pacientes, lo cual afecta la calidad del servicio. Tampoco son proactivos, no practican lo que el sistema denomina “Demanda inducida” y si un paciente no acude a una cita, los motivos parecen no importarle al prestador. Tampoco hay un criterio claro para la escogencia del personal médico asistencial que hace el seguimiento a estos programas. No los forman. La burocracia y las cuotas políticas priman ante la experiencia y la preparación. Asimismo, la educación en salud que se le brinda a la comunidad a través de los famosos Planes de Atención Básica (PABs) es una farsa la mayoría de las veces, algunos “dueños” de esos Planes se dedican a recoger firmas para justificar mediante engaño el cumplimiento o ejecución.
La adherencia al tratamiento falla muchas veces, producto de lo antes mencionado. Adicionalmente, y lastimosamente, cuando los pacientes llegan remitidos al servicio especialista en Medicina Interna, éstos se sienten mal atendidos (así me lo han expresado personalmente muchos de ellos), relatan que no los miran a la cara ni les toman la presión, por ejemplo.
El sistema también aporta sus contradicciones, pues para el adecuado manejo de los pacientes con estas enfermedades, se hace necesario ordenar exámenes y pruebas diagnósticas que no está permitido ordenar en el Primer Nivel de Atención, de tal suerte que se pierde tiempo cuando los pacientes cumplen citas con Especialistas y llegan sin estos exámenes.

La prevalencia de Enfermedad Renal Crónica en Córdoba y Montería está por encima de 50 por cada 100.000 habitantes, esto nos ubica en el rango medio de la distribución por departamentos.
En Córdoba, la presentación de casos de Hipertensión en el régimen Contributivo y Subsidiado era de 15.945 y 10.454 respectivamente en el año 2009. Las cifras de Diabetes eran del orden de 4.041 y 1.267 en igual discriminación. Esto lejos de hablar bien del manejo del régimen subsidiado, dejó entrever que la falla radicaba en que no se estaban diagnosticando los casos o los pacientes no estaban acudiendo a los servicios, pues no había razón para cifras tan dispares.
Para el 2030 se estima que en el mundo existirán 439 millones de personas entre 20 y 79 años con Diabetes, según International Diabetes Federation, y en el caso de Hipertensión, la O.M.S. estima que se incrementará la prevalencia para el 2025 de 972 millones a 1.56 billones de personas, impactando económicamente en los países en desarrollo debido a que los cambios en la distribución de los factores de riesgo podrían conducir a una epidemia de Enfermedad Renal Crónica mundial.

Este es un problema que le corresponde enfrentar a las autoridades locales y departamentales, no puede ser que por fallar en los pocos programas de prevención que estipula el sistema, se esté impactando negativamente en la epidemiología regional en perjuicio de los pacientes y sus familias.